Ciudad de México.- A sus 82 años de edad, 45 de ellos en el servicio público, Francisco Labastida Ochoa decidió publicar su autobiografía política y, con ello, revelar algunos rasgos del viejo régimen para el que trabajó como analista, Secretario de Estado y hasta candidato presidencial.
En su libro, titulado La duda sistemática, el político sinaloense, que todavía milita en las filas del PRI, habla de su trayectoria en las administraciones de seis Presidentes emanados de las filas de ese partido, en quienes encontró defectos y virtudes que se vieron reflejados en sus decisiones de Gobierno.
En la publicación, el ex senador advierte sobre las pugnas por la sucesión presidencial que derivaron en la masacre estudiantil de 68, la conversación con un Gobernador de Guerrero que confesó haber asesinado a dirigentes sociales, la decisión de funcionarios de ocultarle información a un Presidente de la República, la muerte de “Maquío” y el miedo de un Procurador General de la República a ser envenenado.
También relata sus presentimientos sobre el asesinato de Luis Donaldo Colosio, sus sospechas sobre dónde terminó el dinero del Pemexgate y hasta el atrevimiento de un priista que le recomendó montar un autoatentado para repuntar en las preferencias electorales.
Originario de Los Mochis, también detalla cómo tuvo que buscar la asesoría del Mossad israelí en su preparación para pelear por la gubernatura de Sinaloa, donde sufrió varios atentados y hasta intercambió mensajes con narcotraficantes.
En entrevista, Labastida admitió que, por el momento, no puede regresar a su tierra y no precisamente por la guerra que protagonizan “Los Mayos” y “Los Chapitos”, sino por su decisión de acusar públicamente al Gobernador en funciones, el morenista Rubén Rocha, de mantener nexos con el crimen organizado.
Cuando fue Gobernador de Sinaloa (1987-1992) aseguró que se trataba del estado más violento del País.
¿Cómo fue gobernar un estado que dio nombre a un cartel del narcotráfico?
Cuando me dijeron que sería el candidato, yo no sabía nada de seguridad pública, entonces me puse, durante cerca de cuatro años a combinar mi trabajo de Secretario de Energía y a aprender sobre seguridad pública. Eso me permitió saber qué hacer y cómo hacerlo.
¿Y si era necesario consultar al Mossad?
Tres semanas me lo traje acá. Y lo que me dijeron fue: ustedes tienen un problema más grave que el que tenemos nosotros. ¿Qué quiere decir eso? (Que los narcotraficantes) tienen mejor armamento, tienen más dinero, tienen mejor sistema de comunicación, tienen interceptados sus sistemas de comunicación y ustedes (el Gobierno) no tiene instalaciones de seguridad y no tiene personal capacitado.
¿Ese Sinaloa es muy distinto al de hoy?
Yo creo que es peor el Sinaloa de hoy. Porque me parece que continuaron con la corrupción. (En aquel momento) el Mossad me dijo que más del 50 por ciento de la Policía estatal, federal, algunos agentes y jueces estaban coludidos. Si los recursos humanos están corrompidos o son incompetentes, todo lo que hagan no sirve de nada.
¿Y hoy, están corrompidos o son incompetentes?
Bueno, ¿no traía ‘El Mayo’ de guardaespaldas a un funcionario de la Fiscalía?
¿Sinaloa tiene remedio?
Sí, pero va a costar mucho trabajo.
¿Qué se tiene que hacer?
Lo primero tiene que tener la seguridad de que su personal es realmente su personal y no está al servicio del narcotráfico y de la delincuencia organizada. Si no, no tiene instrumentos.
¿Esta estrategia del Gobierno federal de enviar fuerzas especiales y cada vez más tropas a Sinaloa es una solución?
Tengo la impresión de que no. A los Guardias Nacionales les enseñaron lo que saben los miembros del Ejército, a marchar, a disparar, disciplina y cosas por el estilo. Hacer acto de presencia, los suben a una camioneta, los pasean, pero no saben investigar, no conocen la zona. Entonces, perdón, eso no funciona.
Cuando fue Gobernador, ¿recibió mensajes del narco?
Ninguno.
¿Le pidieron negociar?
No y quien lo haga, me parece un error. Uno tiene que decirles cuáles son las reglas con las cuales se va a trabajar, pero eso no es una negociación, es la determinación de las reglas.
En su libro, Labastida narra que, en su campaña para la Gubernatura, uno de sus vehículos fue rafagueado y que, horas después, le hicieron llegar un mensaje de “los jefes” deslindándose del ataque y asegurando que habría sido un sicario bajo los efectos del alcohol.
El priista asegura que, en respuesta, envió a los narcos al primer y último mensaje de su parte:
“Dígales que les reconozco la atención, no que la agradezco, sino reconózcala”, instruyó al coronel encargado de su seguridad.
“(Dígales) que la ley no se va a aplicar a un solo grupo. No habrá grupos protegidos y grupos perseguidos, la ley será pareja para todos”.
¿Para ser Gobernador de Sinaloa se necesita pactar con el narco?
No.
¿Los que han sido Gobernadores de Sinaloa no han tenido acuerdo con el narco?
No… yo creo que algunos sí.
¿Quiénes?
Omito los nombres por razones obvias.
¿El actual Gobernador?
El actual, sí. Él llegó con el apoyo del narco. Yo se lo dije y se lo he dicho en varias ocasiones. Él llegó con el apoyo del narco.
¿Es Sinaloa un narcoestado?
Ahorita tiene un narcogobierno.
Al haber formado parte del poder durante la hegemonía priista, Labastida fue testigo presencial y de oídas de hechos y anécdotas que dibujan los rasgos de ese régimen.
En su libro, hizo algunas revelaciones.
Labastida describe a detalle cómo vivió la pelea contra Roberto Madrazo por la candidatura presidencial del PRI.
En ese apartado, habla de uno de los principales aliados del tabasqueño, el ex Gobernador de Oaxaca, José Murat.
De acuerdo con su narración, el polémico ex Mandatario le confesó que el intento de asesinato que sufrió en noviembre de 2003 fue, en realidad, un montaje.
En entrevista, aseveró que Murat no sólo fingió el ataque en su contra, sino que incluso ¡le sugirió hacer lo mismo!, para aumentar su popularidad, de cara a la contienda federal del 2000.
– ¿Murat le reconoció abiertamente que lo del supuesto atentado fue en realidad un autoatentado?
– “Así es. Y me propone hacerme también a mí un autoatentado. Y yo le digo que se equivocó de gente, que se busque otra persona para hacer eso”.
– ¿Y qué le propuso?
– “Que fuera en el coche, en algún lugar previamente escogido, de preferencia en Oaxaca, y que nos dispararían, que le meterían algún balazo a alguno de los muchachos, que se prestara para ello —un sedal (rozón de bala), en la piel de la pierna o del brazo, sin que le tocara el hueso o algún órgano vital—, para poder ganar popularidad.
– ¿A qué altura de la campaña se lo habría planteado?
– “No muy avanzada la campaña, como el segundo mes”.
– ¿Y él le confesó abiertamente que lo que pasó fue autoatentado?
– “Sí, sí, sí, él me lo dijo, así tan fresco. Es bastante franco”.
LO MATARON SUS PALABRAS
En la publicación, Labastida asegura que, tras una amenaza de muerte contra él y su familia, fue enviado como Embajador de México a Portugal.
Sin embargo, viajaba frecuentemente a México para reunirse con Luis Donaldo Colosio, quien se convertiría en el candidato presidencial del PRI, en 1994.
Según la autobiografía, el sonorense acostumbraba a hablar abiertamente sobre sus planes de enfrentar al narcotráfico y a los funcionarios corruptos.
Labastida refiere que le advirtió en varias ocasiones sobre los riesgos que implicaban esas expresiones, que debía guardarse para cuando llegara al poder.
“Pienso que a Luis Donaldo lo mataron las palabras que dijo. En dos ocasiones lo escuché afirmar que iría por los narcotraficantes y los funcionarios públicos que los protegían. Mencionó nombres y apellidos.
“Dijo abiertamente lo que no querían escuchar los jefes del crimen organizado y algunos integrantes del Ejército y el Gobierno”, relató.
“Yo le recordaba que él era solo el candidato, que eso no se decía nunca, que lo hiciera cuando tuviera el mandato, cuando fuera Presidente, ya con el poder consolidado.
“Que no debería explayarse sobre sus planes contra la delincuencia organizada y la corrupción gubernamental. Presentía que lo podían matar”, sentenció.
‘YO LOS MANDÉ MATAR’
En el capítulo del Gobierno de Luis Echeverría, Labastida hace referencia al clima de inestabilidad política y social que prevalecía en el País, que incluía la proliferación de grupos guerrilleros, campesinos y urbanos.
Sin mencionar nombres, citó a un Gobernador de Guerrero que admitió haber asesinado a quienes participaban en esas agrupaciones armadas.
“Por aquellos días, el Gobernador de Guerrero me comentó: ‘Dicen que están desaparecidos, pero no están desaparecidos, yo los mandé matar’”, citó.
“Los subían a un helicóptero, se los llevaban 50 kilómetros mar adentro y los aventaban. La misma técnica usaron en Argentina, con la diferencia de que, en el caso mexicano, seleccionaban específicamente al líder y lo ejecutaban mediante un tiro de precisión.
“Detrás de todo eso estaba don Luis, su finalidad era provocar un clima de estabilidad social y política que justificara la entrada del Ejército y las fuerzas paramilitares para controlar los disturbios”, escribió.
El priista advierte que, no se puede pasar por alto que Echeverría fue un personaje sui generis que quería ser Premio Nobel de la Paz y, al mismo tiempo, fue acreditado como agente de la CIA, con todo y número de gafete.
PUGNAS PRESIDENCIALES Y EL 68
Para Labastida, la represión estudiantil de 1968 pudo ser el resultado de las pugnas entre políticos que aspiraban a suceder en el cargo a Gustavo Díaz Ordaz.
De manera particular, se refiere al entonces, Secretario de Gobernación, Luis Echeverría, y al Regente del entonces Distrito Federal, Alfonso Corona del Rosal, a quien se refiere como un representante de “la línea más dura y derechista entre los políticos que podían suceder” al Presidente.
“En lugar de buscar un elemento, conciliador, las autoridades mandaron una represión e incluso produjeron actos más violentos que los manifestantes.
“Hay que considerar que al menos dos de los precandidatos a la Presidencia — Corona del Rosal y Echeverría— con su participación directa en el conflicto buscaban ser el elegido por el sistema”.
En la publicación, el entonces funcionario de Presidencia describió un intento simulado de diálogo con los estudiantes inconformes, que terminó en una celada.
Explicó que José López Portillo, entonces subsecretario de la Presidencia, le preguntó si tenía conocidos en el Comité Nacional de Huelga.
Labastida dio cuatro referencias y fungió como enlace para citar a los integrantes del movimiento en la Casa del Lago de Chapultepec.
Al final de ese encuentro, los activistas fueron detenidos.
“Al salir de ahí, la Dirección Federal de Seguridad nos detuvo a todos y se llevaron a los del Comité Nacional de Huelga que eran veintitantos. Me retiré de las negociaciones”.
En su libro, al hablar de su trayectoria, Labastida toma como guía cronológica las administraciones de seis Presidentes.
En entrevista, así describe a quienes han sido los jefes del Estado mexicano con los que trabajó y, también, con los que no colaboró.