Acapulco, México.- La falta de energía eléctrica, así como de alimentos, agua, gasolina y telefonía obligó ayer a cientos de acapulqueños a buscar refugio con familiares en Chilpancingo o municipios aledaños.

A 48 horas del impacto del huracán “Otis”, de categoría 5, y la llegada de la ayuda a cuentagotas, la desesperación se apoderó de la gente, por lo que decenas de vehículos intentaban salir al mismo tiempo del puerto.

“No tenemos nada en la casa, ni agua, ni luz ni alimentos, vamos a que nos de alojamiento mi compadre en Tixtla, no se puede vivir aquí. Las tiendas están saqueadas, las autoridades no nos hacen caso, necesitamos salir”, dijo Ernesto Cruz, habitante de la Colonia Postal.

En los accesos a la ciudad, ayer se apreciaba un cuello de botella que mantenía el avance a vuelta de rueda e incluso en alto total.

Algunas personas, afirmaron, tardaron hasta cinco horas en llegar a la Autopista del Sol, debido al cuello de botella.

Y mientras algunos deseaban dejar atrás los escombros y las anegaciones, otros recurrieron a la rapiña.

Al menos 134 tiendas fueron saqueadas en las Colonias Renacimiento, Vacacional, Kilómetro 21, La Postal y la zona costera, según un conteo oficial.

“Robaron las casas de empeño, dinero de los cajeros, sillas de lo restaurantes, la gente se volcó a robar, el saqueo fue una locura, por todos lados había gente con una caja o un bulto robado”, señaló un policía municipal.

A la media noche del miércoles, aún sin agua ni luz, la gente comenzó a incitar el saqueo de negocios.

“Rompieron los vidrios con piedras. No se pudo hacer nada. No había autoridades. Se llevaron hasta los desechables. No dejaron nada. Además rompieron todo”, señaló Jacinto, encargado de una tienda de conveniencia ubicada en la Avenida López Portillo.

“Luego se fueron contra el Aurrerá, las carnes frías y los comercios en general. Se volvieron bestias”, agregó.

En distintos puntos, los habitantes se llevaron refrigeradores, lavadoras, estantes, básculas, cajas registradoras, carne, pollos, zapatos, carritos de súper, latas…

Además de los saqueos, muchos comercios reportaron afectaciones en su infraestructura.

En un recorrido por la costera Miguel Alemán, Grupo REFORMA constató los severos daños que sufrieron los negocios en sus fachadas.

“Son 267 negocios afectados, de ellos 97 son perdida total”, dijo un elemento de Protección Civil.

En algunos hoteles, se aprecian las habitaciones desde la calles. Únicamente con algunas cortinas que sobrevivieron al azote.

“Los valet parking corrieron cuando se cayeron las ventanas. Dejaron los autos ahí, eso es un síntoma de cómo estuvo esto”, dijo un hotelero frente al parque Papagayo.

“No los encuentro”, alertó.

La devastación fue tal que el restablecimiento de servicios se dio lentamente.

“Ni por dónde empezar”, dijo un trabajador de la CFE que tardó, junto con su equipo, 12 horas en llegar desde Chilpancingo.

***

De la zona Diamante hasta el asta Bandera, el viento de “Otis” despellejó la cara de este destino turístico.

Tres horas, dijeron los afectados, bastaron para que el huracán dejara las calles llenas de escombros y una parálisis económica.

“El martes, como a las nueve de la noche, las paredes se cimbraron, se fue la luz, nos quedamos en penumbras y de ahí se quedó la incertidumbre. Se fue la señal del teléfono y se cortó el agua. Estamos por cumplir 48 horas así. Sin auxilio de nadie”, reprochó Juan Álvarez, un afectado en la Colonia Renacimiento, mientras sacaba lodo de su casa.

“Estábamos en sesión, en el segundo piso. Comenzó el viento. Se quebraron los árboles. Todos se vinieron a la cocina. El viento chiflaba demasiado. Vinieron las ráfagas de vidrios, ramas, pedazos de lámina. Cómo si alguien nos aventara con fuerza esas cosas”, añadió su vecina Maria Luisa, encargada de un centro de Alcohólicos Anónimos.

Cámaras de videovigilancia, sillas de oficinas, colchones de hoteles, enseres de cocina, vidrios y hasta ropa, quedaron en el piso.

“El huracán Paulina, Ingrid, la tormenta Manuel si nos pegaron, trajeron mucha agua, inundaciones, pero éste nos pegó tres horas de viento duro, nos partió el puerto, no hubo agua, sólo fue mucho viento. Nos preparamos para el agua, no para estas ráfagas de aire”, lamentó Sebastián Gómez, encargado de una farmacia.

De su negocio, afirmó, nada quedó.