Acapulco, México.- Frente al hotel Krystal Beach, en la bahía vehicular donde descienden los turistas, hay un coche rojo atrapado entre los fierros de una estructura metálica que fue arrancada por el huracán “Otis”.

Más adelante, entre pedazos de yeso, vidrio y recubrimientos, hay un perchero de madera con la frase “Home Sweet Home” y, del otro lado, la imagen de un pirata.

El hotel, uno de los más conocidos sobre la Costera Miguel Alemán, luce descarapelado, sin algunas ventanas y con turistas que parecen resignados ante la devastación, como una mujer que en el cuarto piso lee pegada a la ventana, aprovechando el aire fresco que entra por la ausencia de cristales.

Del inmueble sale un hombre con un nudo en la garganta, no quiere hablar, pero balbucea que perdió su trabajo y los vientos destruyeron su casa.

Patas arriba

La Costera Miguel Alemán, que los fines de semana y en los puentes vacacionales luce repleta de turistas, es la constatación de la furia de “Otis”, que se transformó de tormenta tropical a huracán categoría cinco en unas cuantas horas.

Por allá quedó la marquesina luminosa de “Candela Discotheque”, más adelante unos colchones que volaron desde un condominio, por acá pedazos de madera de lo que probablemente fue una silla y, a un lado, tumbada sobre uno de sus costados, la rana del Señor Frogs que, ajena al desorden, sonríe y saluda con el pulgar levantado.

Todo lo que pudo volar durante el paso de “Otis”, voló, y lo que no fue arrancado, zarandeado o volteado. En la playa, un carrito de comida está semienterrado en la arena, y casi donde comienza el mar, un automóvil blanco parecer estar a punto de zarpar con el agua casi hasta el toldo.

“Es la primera vez que tenemos una desgracia así de grande, duele ver así Acapulco. Ni el huracán “Paulina” fue tan duro”, suelta Nora González, de 69 años, vecina del condominio Capri.

Desorden

También vecina del Capri, una mujer se sorprende al intentar encender su automóvil Mercedes Benz estacionado frente al edificio. Su intento es infructuoso y, tras inspeccionar el vehículo, con algunos vidrios rotos y cubierto de ramas, exclama que le robaron la gasolina.

Juan Manuel Vargas, abogado de 66 años, chilango, pero visitante asiduo del puerto, le dice que él ahuyentó a unos jóvenes que pretendían robarle autopartes, pero no se percató de la sustracción de la gasolina.

Vargas se queja de la rapiña que la mayoría de la gente está haciendo tras el paso del huracán. Sobre la Costera no hubo una tienda de convivencia que no fuera saqueada, tampoco se salvó el Coppel, Sears, Soriana, Costco, una agencia de automóviles nuevos Suzuki y la empresa de paquetería Redpack.

Desamparo

A un costado del Parque Papagayo, sobre la Avenida Cuauhtémoc, están derribados varios postes de luz. Ramas de árboles obstruyen el paso y también láminas que volaron de techos cercanos.

Los automovilistas maniobran para esquivarlos, convierten una vía en dos sentidos. Isabel López hace notar que no se ve a ninguna autoridad: no hay personal de limpia, no se ve a los empleados de la Comisión Federal de Electricidad retirando los postes y sustituyéndolos, no hay trabajadores de Protección Civil supervisando las estructuras a medio caer, no hay oficiales dirigiendo el tránsito.

“Aquí no hay autoridad, no sabemos nada de la Alcaldesa Abelina López, ni de la Gobernadora (Evelyn Salgado). ¿Dónde están? ¿Por qué nadie responde por todo este caos?”, cuestiona.

De la misma opinión es Sonia Carrasco, quien tiene un negocio en la Gran Plaza y ahora camina desde el Club de Golf hacia Caleta para ver cómo está su hermana.

“Vemos un desastre en Acapulco y no hemos visto el apoyo del Gobierno por ningún lado, ni en las colonias populares, ni en las rurales, ni en las residenciales”, se queja.