Transcurrido el primer tercio, las campañas lucen planas, deslucidas, aburridas. Las dos candidatas se han dedicado a cuidar su parcela. Le hablan a su público. Repiten, con o sin orden, el guión que los publicistas metidos a estrategas les dan para librar el día, buscando alguna imagen recuperable en un spot de TV. El tercer candidato encontró su zona de confort en las universidades, a las que acude para hablar mal de sus adversarias.

De la candidata de Morena y aliados lo notorio en el primer tercio ha sido su disciplina en dos asuntos. Uno es estar en línea con el Presidente López Obrador. No hay día ni evento en que deje de mencionarlo y expresarle gratitud y lealtad. Que sea leal a quien la designó, es algo usual, aquí y en China. Que lo manifieste de la forma como viene haciéndolo, es algo inusual.

El segundo, es su decisión de rehuir el contacto directo con públicos a los que considera hostiles. Ese parece ser el motivo por el que declinó participar en reuniones de cámaras empresariales y bancos. La ausencia provoca rechiflas, que confirman la supuesta hostilidad. No necesariamente es así. Yo también chiflaría si me dejan plantado.

En los actos masivos a los que asiste la candidata oficial es notoria la distancia comunicacional con los asistentes. Oradora y escuchas van por carriles separados. El acarreo puede ser una parte de la explicación. Otra, es su decisión de tratar un tema por semana, sin importar lugar ni asistentes. Si es la semana de la salud, y el sufrido público son campesinos pobres, pues se friegan. Tendrán que oír a la ex Jefa de Gobierno capitalino pregonar que ya casi estamos como en Dinamarca.

Empeñada en cuidar su real o supuesta ventaja en las encuestas, Claudia Sheinbaum parece sólo interesada en contar los días que faltan para ver confirmado lo que sus espejos le repiten día con día: “tu serás la heredera”.

Su desempeño me hace recordar que en la mitología griega los dioses castigan a los humanos dándoles lo que piden. Claudia ya lo obtuvo, es la candidata de López Obrador. Tres previsibles obstáculos le quedan en los 60 días siguientes. Son los 3 debates. A menos que sus estrategas inventen algún pretexto para que no asista. Por ejemplo, que objeten a uno de los moderadores.

La candidata opositora sigue dando tumbos. En su agenda no parece haber mas lógica que la de encontrar a donde ir. Brinca por el territorio y va de tema en tema. Su zona de confort es el Bajío, en los bastiones panistas. Su presencia en estados de mayor población y número de electores es fugaz y sin objetivos. Se le ha visto poco en la CDMX, que originalmente pretendía gobernar, menos en el Estado de México y Jalisco.

En Nuevo León ha estado arropada por el panismo de viejo cuño y el descontento por el naranja fosfo. Los mayores problemas de Xóchitl Gálvez están con el partido que la llevó a la candidatura y con el desorden en su equipo de campaña.

Los dioses griegos la castigan desde ahora. La hidalguense paga el costo de que el PAN la hizo candidata presidencial a fin de que no lo fuera para Jefa de Gobierno de la CDMX, en donde tenía buenas posibilidades de triunfo. De esa situación viene la mayor parte de sus problemas.

Otro hecho negativo ocurrió en la parte final de la contienda interna, en que de mala forma la senadora Beatriz Paredes fue presionada para declinar. A ese error se suma la decisión de dejar fuera de la campaña, sin tarea ni candidatura, a quien es, sin duda, una de las mujeres con mayores activos y experiencia en la arena política. Sumar a Beatriz Paredes y a su equipo en los dos tercios finales de campaña puede hacer positiva diferencia.

Ensamblar los intereses de los 3 partidos opositores es tarea pendiente, como lo es lograr que el panismo de raigambre admita caminar, del brazo y por la calle, con los por décadas “detestados priistas”. Además, es público y notorio que los dirigentes del PRI y del PAN no creen que su candidata pueda ganar. Un hecho: Alejando Moreno y Marko Cortés siguen usando, para su promoción personal, spots de TV y radio.

Veo una novedad: ante la irrelevancia de la inmensa mayoría de los candidatos, los partidos pasan a primer plano. Es una paradoja que por lustros la regla fue empequeñecer el emblema de los primeros para crecer el nombre de los segundos. Hoy es al revés.

En la boleta presidencial de 2024 el nombre de cada candidata aparecerá en tres recuadros; la pelea se está dando más en torno a lemas y emblemas partidistas que a las virtudes o defectos de las candidatas.

Termina el primer tercio. Comienza la faena.