CIUDAD DE MÉXICO — Ni el inclemente sol ni los varios metros de altura detienen a Elizabeth Alvarado en su determinación por escalar un poste para representar la “danza de los voladores”, un ritual prehispánico que por años fue practicado por hombres pero que poco a poco han conquistado las mexicanas.

Alvarado, docente de profesión, no oculta el orgullo que le genera codearse con hombres en la danza aérea en la que expone su vida al subir a un mástil de al menos 20 metros de altura para luego lanzarse al vacío y dar vueltas por el aire sostenida por unos cordeles que penden del poste.

En estos tiempos en que las mujeres han ido asumiendo un papel más protagónico en México, que incluso podría llevarlas el próximo año a alcanzar la presidencia, el caso de Alvarado y el de decenas de mexicanas que hoy ejecutan el ritual prehispánico es considerado “muy innovador”, afirmó la maestra en Historia Maribel Aguilar, del Posgrado de Estudios Mesoamericanos de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Aguilar dijo que de acuerdo con los escasos registros históricos que se tiene de los “voladores”, desde sus comienzos fue una práctica exclusiva de los hombres.

Alvarado puso a prueba su valentía y destreza a inicios de mes al participar junto a unas 40 mujeres y 223 hombres en el octavo encuentro nacional de la Ceremonia Ritual de Voladores que se desarrolló en el complejo capitalino de Los Pinos, que opera desde hace cuatro años en las áreas que formaron parte de la residencia presidencial y que el mandatario Andrés Manuel López Obrador transformó en un espacio cultural abierto al público.

“Es un proceso que va dentro de la vida. Es decir, tú subes a volar y es en ese momento que estás aprendiendo”, dijo la danzante al relatar cómo se inició en el ritual siguiendo los pasos de algunos de sus vecinos en la localidad central de Cuetzalan, en el estado de Puebla, donde la práctica se ha popularizado.

Los “voladores” más reconocidos de México están en el poblado oriental de Papantla, en el estado de Veracruz.

La “danza de los voladores”, que representan la lluvia buscando la fertilidad para la tierra, se inició como una ceremonia en la época prehispánica. Su origen se relaciona con la leyenda de una fuerte sequía que se apoderó del territorio conocido como Totonacapan, cuna de la cultura totonaca, donde los sabios ancianos pidieron a un grupo de jóvenes castos internarse en el monte y cortar el árbol más alto y recto que encontraran para realizar un rito complementado con música y danza.

Los “voladores”, también conocidos como “hombres pájaros”, suelen llevar tocados llamativos que complementan con coloridas vestimentas en las que siempre está presente el rojo.

Mientras cuatro danzantes ejecutan desde las alturas de un poste sus acrobacias bajo el armónico ritmo de una flauta y pequeño tambor, Alvarado descartó que en algún momento haya enfrentado un impedimento por ser mujer y alabó el respaldo incondicional de sus colegas durante los años de formación.

En marzo una bailarina que formaba parte de una compañía integrada en su mayoría por mujeres murió al caer desde un poste de 30 metros de altura mientras ejecutaba el ritual durante una feria en la ciudad de Huauchinango, en el estado de Puebla.

Hechos como éstos no perturban a Alvarado, quien aseguró que aprendió a vivir bajo la amenaza permanente. “El vuelo es una gran experiencia de vida porque siempre que se sube se ofrenda la vida. Hay riesgo, pero uno lo hace con mucho gusto, con mucha fe”.