Los científicos llevaban desde 1923 sin ver a la abeja embozada australiana. Casi cien años más tarde y cuando pensaban que había pasado a engrosar la triste lista de especies extintas, los investigadores han logrado avistar ejemplares en libertad. La mala noticia es que solo han encontrado seis, esto de acuerdo con el portal de ciencia y tecnología, Agencia ID.
Esta rara especie de abeja silvestre (Pharohylaeus lactiferus) debe su nombre a la forma de sus segmentos abdominales, que recuerda a los pliegues de una capa. Encontrar seis ejemplares no es del todo inusual porque se trata de una especie solitaria que no anida en enormes colmenas como las abejas domésticas de las que extraemos la miel. Sin embargo, la noticia no es del todo buena porque seis ejemplares es todo lo que los entomólogos de la Universidad Flinders, en Australia, han encontrado tras registrar concienzudamente 225 lugares que podían ser un hábitat válido para la especie.
La búsqueda era el último intento desesperado por encontrar algún ejemplar de esta rara especie antes de darla definitivamente por extinta. Para la búsqueda, el entomólogo James Dorey, uno de los autores del estudio recién publicado en Journal of Hymenoptera Research, recorrió todos los enclaves conocidos con dos tipos muy concretos de plantas: el árbol rueda de fuego (Stenocarpus sinuatus), y el árbol de fuego Illawarra.
Ambas especies de árbol deben sus nombres a sus espectaculares flores rojas, y resulta que esas flores, y no otras son el alimento favorito de la abeja embozada australiana. Todos los ejemplares hallados por los investigadores han aparecido a menos de 200 metros de los árboles de esas dos especies.
La ultraespecialización de la abeja hacia estos dos tipos de plantas casi condena a la especie a la extinción. El problema al que se enfrenta el insecto es fácil de deducir. Desde que fuera colonizada por los europeos, Australia ha perdido el 40% de su masa forestal, y tanto los árboles rueda de fuego como los Illawarra son mucho menos comunes ahora que hace cien años. La pérdida de hábitat hace que los pocos ejemplares de abeja embozada australiana que quedan tengan mucho problemas para encontrar a otros miembros de su propia especie. Para hacer las cosas aún peores, la especie es especialmente sensible a los incendios, un tipo de calamidad que se ceba con particular inquina sobre Australia cada verano.
El hallazgo deja espacio a la esperanza. El estudio no ha pasado por las zonas de selva más densa en las que los árboles que alimentan a esta especie ofrecen sus flores a decenas de metros sobre el suelo. La razón de haber pasado por alto estos emplazamientos es porque son muy difíciles de estudiar, pero puede que haya más colonias de abeja embozada en ellos. De momento, los investigadores pueden tachar a la especie de la lista de animales extintos. La pregunta ahora es cómo de amenazada está exactamente, y eso es algo que no sabremos hasta hacer un censo más exhaustivo de su población. Existen 1.654 especies de abeja nativas de Australia, pero la pérdida de la abeja embozada sería especialmente trágica porque es la única representante del género Pharohylaeus.