El gobierno del estado de Veracruz, en el Golfo de México, anunció que la considerada fuerza de élite de la policía del estado, creada hace una década y vinculada a diversas denuncias de abusos, será disuelta después de un violento desalojo de una protesta de campesinos el pasado jueves que acabó con dos civiles muertos.
Según explicaron las autoridades veracruzanas en un comunicado emitido la madrugada del lunes, se ordenó “iniciar el proceso de su extinción” para lograr “un mando único operativo” dependiente de la Secretaría de Seguridad Pública del estado.
En el momento de su creación, se anunció que la Fuerza Civil sería un grupo táctico y de inteligencia de 2 mil elementos, adiestrado por el Ejército y la Marina mexicana y que trabajaría en operaciones estatales de manera paralela a la entonces Gendarmería Nacional que creó el expresidente Enrique Peña Nieto (2012-2018) y que luego desapareció.
Veracruz es un estado sumido en la violencia desde hace décadas y que es clave para los cárteles porque supone la ruta más rápida que conecta América Central con Estados Unidos para cualquier tipo de tráfico ilegal, sobre todo de migrantes.
La nota no explica qué pasará con sus integrantes y solo detalló que la medida se llevará a cabo en los tiempos que sean necesarios para no interferir en la investigación de los hechos de la semana pasada, que ya está en manos de la Fiscalía General de la República.
El gobierno estatal no respondió a una solicitud de comentario de AP.
La Fuerza Civil nació en septiembre del 2014 durante el gobierno de Javier Duarte, ex gobernador que cumple una sentencia de prisión en una cárcel de Ciudad de México por lavado de dinero y asociación delictiva y en cuya administración proliferaron los asesinatos, las desapariciones y los abusos graves a los derechos humanos.
Ha sido denunciada por colectivos de la sociedad civil por presuntos abusos policiales contra civiles, migrantes y periodistas.
“La Fuerza Civil es corrupta de origen” y se la ha considerado un “brazo ejecutor” para desaparecer personas en Veracruz, afirmó Lucía Díaz Genao, fundadora del colectivo Solecito, que agrupa a familiares de desaparecidos.
La activista, que busca a su hijo Luis Guillermo Lagunes desde 2013 —antes de la formación del grupo de élite—, dijo que en muchos de los casos que lleva el colectivo hay indicios de que policías de la Fuerza Civil o de otras corporaciones entregaban a las víctimas a grupos criminales para después ser enterrados en fosas comunes, algunas de las más grandes se localizaron en Veracruz.
El caso más reciente fue el desalojo violento de un grupo de campesinos que se manifestaba el pasado jueves en la carretera que une la capital con el Puerto de Veracruz a la altura del municipio de Perote contra unas empresas que, según denunciaban, estaban saqueando el agua de la zona.
La acción policial, que ahora está bajo investigación, acabó con dos civiles muertos.
Díaz Genao lamentó que tengan que ocurrir sucesos como ese para retirar a unidades que son cuestionadas desde hace mucho tiempo.
A finales de 2022, dos elementos del cuerpo de élite fueron procesados por su presunta participación en el secuestro de una familia en la localidad de Papantla en octubre de 2019. Y el año pasado organizaciones civiles acusaron a la Fuerza Civil de agredir a migrantes y también de intimidar a periodistas que cubrían un operativo de seguridad.
En 2018, al menos tres mandos policiales estatales fueron acusados de secuestrar, matar y hacer desaparecer a por lo menos 15 personas, en su mayoría jóvenes, sospechosas de ser informantes de los cárteles del narco.
En 2022, la Federación Internacional de Derechos Humanos (FIDH) presentó una denuncia contra México en la Corte Penal Internacional de La Haya por las desapariciones forzadas ocurridas en Veracruz a manos de fuerzas de seguridad del estado entre los años 2010 y 2016.
Grupos de élite también de otros estados también han sido acusados de graves abusos.
En el fronterizo estado de Tamaulipas, al norte de Veracruz, 12 expolicías de las fuerzas especiales de ese estado fueron condenados en 2023 por el asesinato dos años antes de 19 personas, en su mayoría guatemaltecos, en lo que es considerada una de las peores matanzas de migrantes en México.