Ciudad de México.– Xóchitl Gálvez subía sonriente a la tarima, acompañada por un numeroso séquito. Reconocía sin reticencias su derrota. El empuje de la Marea Rosa no le alcanzó para llevarla a la Presidencia.
“Nos vemos en tres o seis años”, comunicó, fiel a su estilo, en medio del azoro de sus estrategas. Todos con caras largas: el priista Alejandro Moreno, el panista Marko Cortés y el perredista Jesús Zambrano.
“Soy una guerrera”, alcanzó a decir, en medio de la debacle.
“Siempre he sido demócrata. Por ello, reconozco que las tendencias para la elección presidencial no me favorecen y que no hay información que sugiera que esto pudiera cambiar durante los cómputos distritales”, aceptó.
Xóchitl dijo que se había comunicado con la morenista Claudia Sheinbaum para reconocer su victoria.
“Le dije que vi un México con mucho dolor y violencia y desee que ella pueda resolver los graves problemas de nuestra gente. Reconocí el resultado porque amo a México y sé que si le va bien a su Gobierno le va a ir bien a nuestro País”, contó.
El reconocimiento, aclaró, viene acompañado de una firme exigencia “de resultados y soluciones a los graves problemas del País. Saldremos a la calle las veces que tengamos que salir para defender a la República y la democracia”, avisó.
La gente que la escuchaba en el hotel la despidió con el grito de Presidenta. Los que estaban en la tarima, levantaron el puño.
“Estoy anonadado. No lo concibo”, expresó Luis Felipe Bravo Mena, ex dirigente nacional del PAN.
La candidata
El sábado por la tarde, el esposo de Xóchitl, Rubén Sánchez, llamó por teléfono a la candidata para advertirle que había mucho movimiento en la calle, afuera de la casa.
“¿Pues qué está pasando?”, indagó.
“Pues qué no estás enterado de que tu esposa es candidata a la Presidencia”, le aclaró, muerta de risa al otro lado de la línea. En Sierra Santa Rosa número 62 había alboroto porque las unidades de la televisión buscaban dónde estacionarse.
La noche de ese sábado, Gálvez había dormido “a pierna suelta”, seis horas, de once a cinco de la mañana. “A las cinco de la mañana me desperté: me quedé con el horario de campaña”, dijo.
Después de votar, pasado el mediodía de ayer, Xóchitl pidió ir a almorzar a El Cardenal. Los comensales la recibieron con porras y gritos de “¡Pre-si-den-ta!”. Apenas se sentó y ya devoraba unos huevos a la cazuela, aunque sus simpatizantes no la dejaban comer.
Como podía, la candidata picaba en la cazuela y picaba unas enchiladas verdes que estaban al centro de la mesa. Su hijo Juan Pablo le pasaba reportes que le llegaban a su celular. Su hija Diana conversaba con su novio, Sebastián.
Xóchitl salió del restaurante entre porras y gritos de “¡Pre-si-den-ta!”. Se fue tranquila. Avisó a su equipo más cercano de colaboradores que quería descansar un poco.
Esperanza
Después de una siesta reparadora, Gálvez despertaba en su casa con noticias alentadoras. Su equipo de estrategas le suministraba encuestas de salida que le daban una ligera ventaja.
La candidata salió de su casa y, al filo de las seis, llegó al hotel sede del cuarto de guerra, en Polanco. Subió al piso 42 y le confirmaron las tendencias: los números de Fuerza y Corazón por México le daban una ventaja de entre dos y cuatro puntos sobre Sheinbaum.
Con todo, había un moderado optimismo. Pero el madruguete de Mario Delgado, líder de Morena, dando una ventaja de Sheinbaum de dos a uno sobre Xóchitl, precipitó las cosas.
El grueso de los estrategas del cuarto de guerra era proclive a que la candidata saliera a cantar su victoria, aunque ella, de entrada, externara su reticencia. Finalmente, pasadas las siete de la noche, Xóchitl, los dirigentes partidistas y el resto de los estrategas comparecían ante la prensa.
La hidalguense apremiaría al Presidente Andrés Manuel López Obrador a respetar “el voto de los mexicanos”, visto que se había experimentado un entorno marcado “por todas las trampas y mentiras y de todo el abuso de poder y de sus millones de pesos desviados para ayudar a su candidata”.
Antes de que se reuniera con su cuarto de guerra, en una entrevista banquetera a su llegada al hotel, Xóchitl había augurado una “muy buena sorpresa”, aunque afirmó que estaba lista para lo que tuviera que pasar.
Con números favorables, la campaña de Xóchitl llamó al equipo jurídico-electoral encabezado por el ex Procurador General de la República, Antonio Lozano Gracia, para preparar la “defensa” de lo que en el piso 42 se consideraba como una victoria, apretada, pero victoria al fin.
Al final, la Marea Rosa sacudió al País pero no tuvo el fuelle necesario para llevar a Xóchitl Gálvez a la Presidencia.