El presidente Andrés Manuel López Obrador rindió el domingo pasado su último informe de Gobierno frente a un Zócalo del que prácticamente se despidió.
En su sexto y último Informe de Gobierno, el mandatario organizó una consulta a mano alzada, para justificar que “el pueblo” respalda la reforma al Poder Judicial y, de paso, enviar un mensaje al Gobierno de Estados Unidos.
Frente al lleno de la Plaza de la Constitución y dejando de lado el discurso que llevaba escrito, el mandatario pidió a sus seguidores levantar la mano para dejar en claro si quieren o no que la mayoría en el Congreso modifique la Constitución, para someter al voto en las urnas a Jueces, magistrados y ministros.
“A ver, aquí vamos a hacer una consulta, aunque mañana nos van a criticar, pero es muy divertido, porque como se enojan tanto, hacen hasta el ridículo, lo digo con todo respeto, y no podríamos vivir tan aburridos. A ver, ustedes qué prefieren, ¿que a los Ministros los elija el presidente y los senadores o que los elija el pueblo?”, preguntó.
“Pero vamos a hacerlo lo más formal posible porque, si no, van a creer que es una encuesta, esas que hacia Massive Caller para autoengañarse”, soltó en tono de burla, en referencia a los sondeos de opinión que dieron, erróneamente, la ventaja a la oposición en las elecciones presidenciales.
“A ver, que levanten la mano los que piensan que es mejor que a los ministros y a los jueces los elija el presidente y los senadores. Que levanten la mano. Pues no veo a nadie. Que levanten la mano los que consideren que es mejor que los elija el pueblo, a jueces y magistrados. Bájenla. Abstenciones, que levanten la mano. No hay abstenciones”, sostuvo.
Tras la “votación”, el jefe del Ejecutivo arremetió contra Estados Unidos, cuyos funcionarios, legisladores, empresarios y hasta representantes diplomáticos han lanzado alertas sobre los riesgos que implica la aprobación de la reforma judicial, tanto para la democracia, como para la relación comercial.
“Bueno, esto ayuda a entender cuál es el sentimiento del pueblo. Y también para que lo internalicen nuestros vecinos, amigos y vecinos de Estados Unidos, lo digo con todo respeto”, sentenció.
“Y que no olviden que la democracia en América, en Estados Unidos, comenzó eligiendo a los jueces, que no olviden eso, que en Estados Unidos así comenzó la democracia, eligiendo el pueblo a los jueces. Y si quieren bibliografía, que busquen La democracia en América, de Tocqueville, ahí está cómo se fundó esa gran nación, a partir de la democracia”.
El presidente López Obrador se despedía así del Zócalo de la Ciudad de México.
Aunque adelantó que la verdadera demostración de músculo será en la noche del Grito de Independencia, el próximo 15 de septiembre, ayer fue la última ocasión en la que pronunció un discurso frente a la Plaza de la Constitución que lo ha visto protestar, perder, acampar, reír, llorar, ganar, festejar y, ahora, decir adiós.
En un acto inusual, el mandatario solicitó que se colocaran 25 mil sillas en toda la plancha, con la advertencia de que su intervención sería larga y bajo el rayo del sol.
Desde antes que saliera por la Puerta de Honor de Palacio Nacional, la plaza ya se había llenado gracias a los acarreos corporativos, como los maestros del SNTE, pero también a quienes llegaron por su propio pie y se entreveraron en el sillerío para intentar llegar lo más adelante posible.
“Las despedidas también se celebran”, soltó en el micrófono una de las integrantes del grupo Caña Dulce y Caña Brava. “Sé que volverás a mí, como el sol a mi ventaja”, cantaba.
Los invitados VIP arribaban a Palacio Nacional para reunirse y salir en grupo a ocupar las primeras filas que les fueron asignadas, justo abajo el escenario.
Eran los gobernadores emanados de las filas de Morena, pero también la panista de Aguascalientes, Tere Jiménez, y el priista de Durango, Esteban Villegas, que parecían moverse con familiaridad en el ambiente de la 4T.
La llegada que causó más expectación fue la de la presidenta electa, Claudia Sheinbaum, quien arribó a la plaza flanqueada por un grupo de funcionarios que hoy forman parte de este Gobierno y que también serán parte del suyo.
A las 10:39 horas, López Obrador salió del Palacio en el que ha vivido durante los últimos 69 meses. Lo hizo acompañado de su esposa, Beatriz Gutiérrez. Sus hijos mayores ya lo esperaban en el Zócalo.
López Obrador pronunció un discurso de dos horas con cuatro minutos. Pareció apegarse a su escrito, aunque improvisó en por lo menos una ocasión para organizar la consulta a mano alzada y justificarse en ella para llevar a los jueces ante las urnas a través de una reforma constitucional.
No solo habló de sus logros, sino que en tres ocasiones llamó a la plaza a vitorear a quien será su sucesora. “¡Presidenta, presidenta!”, coreó desde el micrófono. Ella agradeció y luego permaneció atenta para escuchar las palabras de despedida.
“Estoy por terminar mi mandato y quiero confesar, aquí, en la plaza principal del país, en la principal plaza pública de México, en este Zócalo donde tantas veces nos concentramos durante nuestra lucha por la justicia y la democracia: Me voy a jubilar con la consciencia tranquila y muy contento”, aseveró.
López Obrador concluyó su discurso y regresó a Palacio Nacional y, de acuerdo con el testimonio de algunos gobernadores, al final, también se despidió de ellos.
La mexiquense Delfina Gómez rompió en llanto, lo mismo que la gobernadora de Guerrero, Evelyn Salgado.
Como consuelo, según dijeron, les queda a todos una última gira por el Tren Maya, que será el 20 y 21 de septiembre, “porque el presidente quiere que conozcamos los nuevos vagones con camarotes”.
“El tema es que el retiro será real, la nostalgia nos alcanzó a todos, incluido el presidente porque la última despedida iba a ser una cena en ‘La Chingada’ pero ya nos desinvitó”, comentó un gobernador, mientras abandonaba el Zócalo.